6 abr 2013

San Pedro de Verona






San Pedro de Verona


San Pedro, mártir dominico, nace hacia 1205, en Verona, la ciudad de la Lombardía italiana presa de la herejía de los Cátaros, propagadores del maniqueísmo en el centro y norte de Italia. Estos herejes puritanos, de espíritu belicoso y sectario. Pedro es un niño muy inteligente, sincero, agradable y firme en sus decisiones; parece predestinado a ser un apóstol del mundo herético; su familia no tiene inconvenientes que la educación del niño esté a cargo de un maestro católico.

Pedro ha crecido. La Universidad de Bolonia tiene fama merecida; pero todavía goza de mayor influencia Santo Domingo de Guzmán, el Fundador de los dominicos y sus seguidores que cautivan tanto a estudiantes como a profesores. Son muchos los que se incorporan a la recientemente fundada Orden de Predicadores.

Pedro con 16 años, queda fascinado por la palabra ardiente de fray Domingo de Guzmán y recibe el hábito dominicano de sus manos.

Con ímpetu juvenil se dedica al estudio, la oración y vive la austeridad y la penitencia con radicalidad; en todo es fiel imitador de Domingo de Guzmán. Terminada la formación eclesiástica, es ordenado sacerdote y nombrado Predicador del Evangelio de Jesús.

Pronto la Región Toscana, el Milanesado y la Romaña conocen a este fogoso predicador y formidable polemista; se dedicó a la predicación especialmente entre los cátaros. Una Característica importante es que siempre fue hombre de diálogo.

Pedro es piadoso, austero y corre la voz de su santidad por todas partes. Se preocupó de la defensa de la fe, para ello instituyo las "Asociaciones de la fe" y la "Cofradía para la alabanza de la Virgen María". Fue solícito de bien espiritual de las hermanas a quienes brindó su consejo y ayuda espiritual. Como buen religioso es un convencido de la vida de comunidad

Ama a Jesucristo y como Él, experimenta la prueba, el menosprecio de algunos sectores y el ataque de quienes pensaban distinto. Su presencia evangelizadora a través de la Predicación continúa con intensidad, su capacidad organizadora le lleva a coordinar y fundar muchos mas pequeños grupos organizados. Pero todo esto no hubiera sido posible sin la intensa oración. Se comenta que un día en su contemplación, en su celda dominicana, recibe la visita de las Santas Mártires: Inés, Cecilia y Catalina que dialogan en su habitación. Otros frailes llevan la noticia al Padre Prior. En el Capítulo Conventual es reprendido y corregido porque ha violado la clausura y ha recibido a mujeres en su celda religiosa. Su respuesta es un prudente silencio y es enviado al Convento de la Marca Ancona donde intensifica su estudio y oración... Un día se desahoga ante un crucifijo: "¿Qué mal he hecho, Señor, para verme como estoy?". Cristo Crucificado le dice: "Y, yo, Pedro, ¿qué mal hice?". Estas atribuciones que la tradición le dan, son fiel reflejo de la intensa comunicación que con Dios tenía a través de la Oración. Algo que había trascendido a los demás. La gente de Oración profunda transpira esa experiencia y no hace falta que publique sus experiencias místicas. Por lo general, éstas se convierten en reflexiones profundas y acciones apostólicas.

El Papa Gregorio IX le conoce y le nombra en 1232 Inquisidor General: Roma, Florencia y Milán conocerán a este apóstol de Cristo. Los milagros refrendan su vida abnegada por Cristo y por los hombres.

Sucesivamente es superior de los Conventos de Piaccenza, Como y Génova. En 1243 Inocencio IV confirma a Pedro como Inquisidor General; pero una conjura pesa sobre él para asesinarle.

Su martirio es como un eco de la muerte de Cristo, pues es fruto de 40 libras (moneda de Milán) . Era el 6 de abril de 1252. Regresaba de Milán a su Convento de Como, donde era Prior. Cerca de la aldea de Barsalina recibe dos golpes de hacha en la cabeza, comienza a recitar en voz alta el credo, las fuerzas le faltan y mojando un dedo en su sangre escribe en el suelo "CREO"

El Credo es la síntesis de su vida, de su abnegada entrega, de una fidelidad emocionante a Cristo Crucificado a quien ama. Tenía 46 años. Su cuerpo es trasladado al convento de Milán.

Con María, en la puerta de la Misericordia





Con María, en la puerta de la Misericordia

La Misericordia de Jesús tiene una fiesta para honrarla especialmente, pero toda la vida para disfrutarla. 
Autor: María Susana Ratero | Fuente: Catholic.net


Mañana es la fiesta de la Misericordia. En la silenciosa semipenumbra de la Parroquia, te contemplo en tu imagen de la Inmaculada Concepción.

- Perdona Madre, que no haya podido escribir nada para la fiesta de la Misericordia... quizás el año que viene..

- ¿Por qué quieres esperar tanto, hija mía?

Desde la ternura de tu Corazón Inmaculado te acercas al mío, tan lento para comprender...

- Hija, la Misericordia de Jesús tiene una fiesta para honrarla especialmente. O sea, tienes un día para festejarla, pero toda la vida para disfrutarla, si quieres, claro. Acercarte a ella, animar a otros a que lo hagan, no tiene una fecha fija en el Calendario... 

- Perdona Madre... entonces, enséñame a acercarme a la Misericordia, que no sé bien como se hace eso... 

- ¿Qué es, exactamente, lo que no sabes?

- Bueno... perdona la torpeza de mi razonamiento, pero.. si la Misericordia, digamos, tuviese un lugar físico, como ir a tal o cual lado... bueno, seria mas fácil. Como si fuera un gran jardín con una puerta. Solo bastaría con saber donde esta la puerta... 

Me miras serenamente y dices...

- Ven, sígueme...

- ¿Adónde, madre?- ¡Que inútil pregunta! Si tu me dices que te siga, ¿Para qué preguntar dónde? Si siempre me llevas al Corazón de tu Hijo...

- Pues... a la puerta del jardín-susurras bajito para no lastimar el silencio de la mañana... 

Bueno, no voy a negar que mi imaginación dibujó cien jardines majestuosos en un segundo. Delineaba en mi cabeza un largo trayecto por lugares desconocidos... Pero nada de eso sucede. El trayecto es corto y el lugar por demás conocido.

Solo unos pocos pasos, desde tu imagen hasta... el confesionario...

-¿Querías conocer la puerta de la Misericordia?. Pues aquí la tienes.

No atino yo a reaccionar, mucho menos a preguntar, por lo que tu ternura infinita comienza a explicarme...

- Verás. Este sencillo y pequeño lugar tiene una profundidad que no puedes comprender totalmente. A esta pequeña puertecita se acerca el alma cargada de pecados, angustia, tristeza y dolor. Aquí, el corazón se muestra sin disfraces, tal como es. Aquí, cada hijo mío viene confiado a pedir perdón, un perdón que necesita, que ansía. Un perdón que le ha sido prometido desde las entrañas de la Misericordia, a cambio de un sincero arrepentimiento.

- Ay Madre, cuantas veces la pequeña puertecita del confesionario se abrió para mí. Infinidad de veces mi alma, llena de culpa y vergüenza por tantos pecados, hallo paz al recibir el perdón que tu Hijo, a través del sacerdote, me regalaba...

- A través del sacerdote, tú lo has dicho. Por eso, es que no debes renunciar a la posibilidad de la confesión sólo porque el sacerdote no te agrada, no le conoces y todos los etcétera imaginables. Mira, para que me comprendas mejor, nos quedaremos un momento aquí, y apreciarás por ti misma, los perfumes del jardín de la misericordia.

El silencio de la mañana es interrumpido por un rumor de pasos. El sacerdote se acerca al confesionario y queda allí, en espera. Algunas personas van entrando a la Parroquia y los bancos van poblándose lentamente.

- Mira con atención -me sugiere María.

Mi corazón aprecia entonces una lluvia de rosas en espera, rodeando el confesionario.

- ¿Qué es eso, Madre?-mientras pregunto, mis pulmones se llenan del perfuma más exquisito que haya conocido jamás.

- Esos pétalos en espera, representan la Misericordia de Jesús aguardando un alma que venga por ella. Acércate más.

Sin que el sacerdote lo note, me acerco hasta él. El paisaje ha cambiado y el hombre se halla sentado a la puerta de un vastísimo jardín. Sus manos se hallan inundadas de pétalos. Mientras reza en silencio, de su aliento sale el perfume indescriptible de la misericordia. Pero allí se queda, no se extiende ni un centímetro.

- ¡Madre, corre, dile a esas personas que vengan!. Mira sus almas, Madrecita, están tristes, agobiadas, doloridas..... Si tan sólo pudieran ver esto, Madre, correrían agolpándose frente al confesionario, para inundarse del Amor derramado en perfumes eternos.

Pero ¿qué digo? Si yo misma miles de veces estuve en el lugar de mis hermanos. Mil veces, como ellos, me quedaba arrodillada en el banco, cargando tanto peso en el alma que apenas si podía rezar. Mil veces deje los pétalos en espera, mil veces no bebí de la fuente del Amor..."Ni bien pueda, me confieso""Cuando halle a tal o cual cura me confesare" "Hoy no lo siento, cuando lo sienta lo haré" ¡Que desperdicio, Madrecita, que desperdicio!.

- Presta atención, hija mía, a lo que ahora te mostrare.

Una señora se acerca al confesionario. Se arrodilla lentamente y recibe el saludo del sacerdote.

En ese momento los pétalos comienzan a rodearla. A medida que confiesa sus faltas, una lluvia de luz y perfume desciende a su alma. Cuando reza el Pésame, se oyen los trinos de los pájaros del jardín, en una melodía única que jamás podría interpretar instrumento alguno. El sacerdote le da su bendición, unos ángeles se acercan... la señora se levanta y mira hacia el Sagrario. En ese momento Jesús, sentado en el lugar del sacerdote, sale del pequeño recinto del confesionario y la abraza. Su alma se halla ahora en estado de gracia, hermosa, casi con alas, y totalmente perfumada.

- Señora, jamás pensé... ¡Oh Señora!. Quiere decir que todo lo que me has mostrado en esa buena mujer, ¿También ha sucedido conmigo hace un rato, cuando me confesé?

- Claro, hija, claro. Pero aun no hemos visto todo el jardín. Te he mostrado la puerta.Te has acercado a ella, por lo que ahora, te es permitido entrar.

- ¿Entrar?¿Por cuánto tiempo?

- Por el que tu quieras...

Reconozco que mi capacidad de asombro se agota enseguida contigo, Madre. Pero tu, que renuevas en mi corazón todas las cosas, me darás mas asombro para poder seguirte.

Comienza la Misa. Cada palabra del sacerdote llega a mi corazón. Pero no me faltan las involuntarias distracciones, pues mi corazón, humano e inconstante, se escapa corriendo tras cuanto pensamiento pasa cerca de él. Pero tu paciencia, Madre, que supera infinitamente mi pobreza, una y otra vez, lo trae a mí.

Llega el momento de la Comunión.

- Mira el jardín -me dices.

Veo a la misma señora del confesionario acercarse a comulgar. Un inmenso jardín la rodeaba y su alma, extasiada de gozo, abrazaba al Maestro, hecho Pan Eucarístico. 

Pero el jardín no es constante. No todas las personas salen envueltas en pétalos y perfumes.

- ¿Porqué Madrecita, no a todos les es mostrado el jardín?

- Porque no todos lo han buscado, hija. Algunos se han acercado a recibir a Jesús con el alma demasiado cargada de pequeñas faltas. Otros han ido como por costumbre. El maestro golpea una y otra vez la puerta del corazón, pero éste se halla tan ocupado encargándose de sus propios asuntos, que no escucha el llamado. Y allí queda Jesús, casi una hora, esperando y esperando... Hasta que decide irse. Sus manos, que estaban llenas de Misericordia, hecha pétalo y perfume de eternidad, ahora quedan cargadas de las espinas del olvido, que tanto le lastiman.

Poco a poco intento comprender. El sacerdote me da la Comunión, y la misericordia de Dios me abraza. La disfruto en silencio, pero me queda una gran tristeza por mis hermanos. 

Si mi corazón disfruta de un abrazo de la Misericordia, es por su bondad, no por mis méritos. Pero algo me resta por comprender.

- Madre, si ahora estoy en el jardín de la misericordia ¿por qué no permanezco en él?

- Pues, porque te dejas engañar por el espejismo del pecado y te sales, seducida por el canto de las sirenas. 

- ¿Por qué Jesús no cierra las puertas, para que no pueda yo salir?

- Porque respeta tu libertad. Recuerda que ese es uno de los regalos más bellos que te ha dado, pero el más difícil de disfrutar. Tu libertad se viste con extraños disfraces. Digamos que es como una gran ola del mar y tu, una tabla. Dejas que te arrastre donde quiera, o te trepas a la tabla, como el deportista, y la dominas...

Me quedo en silencio. Sigo sintiendo en el alma la compañía de Jesús Sacramentado. Tengo mucho para meditar... Mucho para aprender y sobre todo, muchísimo más que agradecer... 

La misa ha terminado. Camino lentamente hacia la salida del templo. Paso frente al confesionario... Parece solitario, pero no... no lo está. Tu, Madre querida, me has enseñado a ver, tras esa sencilla y pequeña puerta, el jardín de la eterna misericordia. Dame la gracia, Madre, de grabar en mi alma tus enseñanzas, de reconocer mis pecados y de acercarme, en cada oportunidad, a las puertas del jardín de la infinita misericordia, o sea, al Sagrado Corazón de Jesús.

Lo que el cardenal Bergoglio hacía para que se conociera el catecismo también en las chabolas





Comía de la olla de los villeros

Lo que el cardenal Bergoglio hacía para que se conociera el catecismo también en las chabolas

Los catequistas de las villas miseria, las zonas más pobres de Argentina cuentan cómo el entonces cardenal iba allí a enseñar él mismo a los pobres.


 

Antes de ser elegido Papa, Bergoglio no era tan conocido como otros cardenales, pero en su Argentina natal tenía una gran reputación, y además siempre conseguía sorprender a su gente.

De este modo, Juan Manuel Duarte, un catequista argentino explica que “llegó solo, sin custodios, sin auto oficial, una persona totalmente humilde. Nosotros nos quedamos todos mirando. Decíamos ¿quién es? ¿El cardenal? No, esto es una broma".

Y es que Duarte es catequista en una de las áreas más pobres de Argentina. Recuerda cuando conoció a Bergoglio por primera vez. Fue durante una misa en la que un grupo se preparaba para ir a predicar el Evangelio entre los más necesitados.

“Hizo toda una explicación de lo que era dar catecismo y de lo que era dar catecismo en las villas. Para nosotros ese fue un momento único. Imagínate habían más de 2.000 personas”.

Ahora ese estilo sencillo y humilde es lo que más impresiona en Roma. Las imágenes del Papa saludando a los asistentes después de la  Misa sorprendieron a quienes no le conocían, pero quienes le conocen aseguran que simplemente es su modo de ser.

De hecho, Duarte asegura que el cardenal Bergoglio nunca pidió un trato especial, a pesar de ser una de las figuras religiosas más destacadas de Argentina.  “Y como más loco fue que se quedó a comer después con el padre, con los catequistas, con la gente, lo mismo que comían todos. De la olla popular, gigante, el guiso villero, la torta frita”.

A pesar de que el mundo se sorprende porque el Papa desea servir directamente a los pobres, Duarte afirma que eso es exactamente lo que ha hecho durante años en Argentina, cuando era cardenal, obispo o un sencillo párroco.

Salmo 118, 33-40




Salmo 118, 33-40

Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes,
y lo seguiré puntualmente;
enséñame a cumplir tu voluntad
y a guardarla de todo corazón;
guíame por la senda de tus mandatos,
porque ella es mi gozo.

Inclina mi corazón a tus preceptos,
y no al interés;
aparta mis ojos de las vanidades,
dame vida con tu palabra;
cumple a tu siervo la promesa
que hiciste a tus fieles.

Aparta de mí la afrenta que temo,
porque tus mandamientos son amables;
mira cómo ansío tus decretos:
dame vida con tu justicia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: ESPÍRITU DE DIOS, LA TIERRA LLENAS





Himno: ESPÍRITU DE DIOS, LA TIERRA LLENAS

Espíritu de Dios, la tierra llenas,
las mentes de los hombres las bañas en tu luz,
tú que eres Luz de Dios, divino fuego,
infunde en todo hombre la fuerza de la cruz.

Sé luz resplandeciente en las tinieblas
de quienes el pecado sumió en la obscuridad,
reúne en la asamblea de los hijos
los justos que te amaron, los muertos por la paz.

Acaba en plenitud al Cristo vivo,
confirma en el creyente la gracia y el perdón,
reúnelos a todos en la Iglesia,
testigos jubilosos de la resurrección. Amén.

Santo Evangelio 6 de Abril de 2013





Autor: Omar López | Fuente: Catholic.net
Apariciones de Jesús a sus discípulos
Marcos 16, 9-15. Pascua. El cristiano es, en la Iglesia y con la Iglesia, un misionero de Cristo enviado al mundo.


Del santo Evangelio según san Marcos 16, 9-15

Jesús resucitó en la madrugada, el primer día de la semana, y se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con él, que estaban tristes y llorosos. Ellos, al oír que vivía y que había sido visto por ella, no creyeron. Después de esto, se apareció, bajo otra figura, a dos de ellos cuando iban de camino a una aldea. Ellos volvieron a comunicárselo a los demás; pero tampoco creyeron a éstos. Por último, estando a la mesa los once discípulos, se les apareció y les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón, por no haber creído a quienes le habían visto resucitado. Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación».

Oración introductoria

Dios mío, creo en Ti, pero necesito aumentar mi fe porque la incredulidad y la dureza de corazón, que recriminas en tus discípulos, están también presentes en mi vida cotidiana, cuando se presentan los problemas, cuando la exigencia de cumplir tu voluntad se ve superior a las propias fuerzas o cuando no comprendo o acepto las dificultades. Ilumina esta oración para que tu luz y tu verdad me lleven a predicar tu Evangelio.

Petición

Señor, aparécete en mi oración, o dame la humildad de saber que me escuchas, aunque no «sienta» nada.

Meditación de SS Benedicto XVI

El Concilio Vaticano II lo indicó con claridad y el Magisterio posterior lo confirmó con fuerza. Esto exige adecuar constantemente estilos de vida, planes pastorales y organización diocesana a esta dimensión fundamental de ser Iglesia, especialmente en nuestro mundo en continuo cambio. Y esto vale también para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, como también para los Movimientos eclesiales: todos los componentes del grande mosaico de la Iglesia deben sentirse fuertemente interpelados por el mandato del Señor de predicar el Evangelio, para que Cristo sea anunciado en todas partes. Nosotros los pastores, los religiosos, las religiosas y todos los fieles en Cristo, debemos seguir las huellas del apóstol Pablo, quien, "prisionero de Cristo por los paganos", trabajó, sufrió y luchó para llevar el Evangelio en medio de los paganos sin ahorrar energías, tiempo y medios para dar a conocer el Mensaje de Cristo».(Benedicto XVI, 26 de enero de 2012).

Reflexión

Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe. (1 Co, 15,14). Desde la primera generación cristiana la Iglesia se reconoce en esta expresión de San Pablo. El problema que se ha siempre presentado es aquél de cómo interpretar esta verdad central del credo. ¿Quiere decir que ha resucitado verdaderamente, es decir, que vive por siempre en su cuerpo y no solamente como simple manera espiritual?

Es esto lo que afirma la Escritura y la fe de la Iglesia. La resurrección en cuanto tal, es decir, el acto por el cual Dios glorifica a Jesús, es inaccesible y se puede alcanzar sólo por la fe. Por eso es importante que este hecho no huya de la búsqueda histórica. Es inimaginable la primera predicación cristiana, sin la experiencia pascual de los apóstoles que testimonian que Jesús se ha manifestado muchas veces antes de la muerte. Sólo esta verdad da un significado auténtico y trascendental a la propia existencia, la ilumina y la hace vivir con optimismo. La resurrección de Cristo es vida para los difuntos, perdón para los pecadores, gloria para los santos. Todo tiene razón de existir con la resurrección de Cristo y el mismo dolor se transforma.

Propósito

Ser testigo de Cristo con un comentario o una buena acción, aunque me cueste.

Diálogo con Cristo

Jesús, no podré ser un testigo auténtico de tu resurrección si primero no logro amar a cada uno de mis hermanos con el mismo amor con que Tú los amas. Dame una caridad como la tuya: total, generosa, desinteresada, que sólo busque el bien de los demás y acepte a todos por igual, sin poner límites y sin hacer acepciones entre las personas. Esto se dice fácil, pero para lograrlo, necesito convertirme en una persona que haya hecho la experiencia de tu amor en su propia vida, por medio de la vida sacramental, la oración y mi ayuda a los demás.

5 abr 2013

Ha resucitado...Aleluya!





Quien diga que Dios ha muerto
que venga a la luz y vea
si el mundo es o no tarea
de un Dios que sigue despierto.

Ya no es su sitio el desierto,
ni en la montaña se esconde.
Decid, si preguntan ¿ Dónde ?
que Dios está sin mortajas,
en donde un hombre trabaja
y un corazón le responde.

San Vicente Ferrer




Vicente Ferrer, Santo
Presbítero, 5 de abril 
Autor: P. Ángel Amo | 
Fuente: Catholic.net

Presbítero
Martirologio Romano: San Vicente Ferrer, presbítero de la Orden de Predicadores, de origen español, que recorrió incansablemente ciudades y caminos de Occidente en favor de la paz y la unidad de la Iglesia, predicando a pueblos innumerables el Evangelio de la penitencia y la venida del Señor, hasta que en Vannes, lugar de Bretaña Menor, entregó su espíritu a Dios. ( 1419) 

Fecha de canonización: 3 de junio de 1455 por el Papa Calixto III.
"Bebe el agua del maestro Vicente" se dice todavía en España para recomendar el silencio. La expresión se refiere a un sabio consejo que el dominico san Vicente Ferrer dio a una mujer que le preguntaba qué podía hacer para congeniar con el malhumorado marido. "Tome este frasco de agua -contestó el santo- y cuando tu esposo regrese del trabajo, tómate un sorbo y mántenlo en la boca el mayor tiempo posible". Era el mejor modo de hacer que la mujer tuviera la boca cerrada y no contestara al marido. 

La anécdota hace ver la humana simpatía de este hombre, acérrimo fustigador de las costumbres, que le mereció de sus contemporáneos el título de "ángel del Apocalipsis", porque en sus sermones acostumbraba amenazar con flagelos y tribulaciones. 

Vicente nació en Valencia (España) en 1350. A los 17 años había ya terminado con tanto éxito sus estudios de filosofía y teología que sus profesores lo incluyeron inmediatamente en el cuerpo docente. 

Entró al convento de los dominicos de Valencia y fue ordenado sacerdote en 1375, una fecha que en la historia de la Iglesia se recuerda como el comienzo del gran cisma de Occidente (1378-1417). La gran confusión dividió a los cristianos en dos obediencias: a Roma y a Aviñón. Era inevitable que aun espíritus rectos, como Vicente Ferrer, estuvieran de parte del Papa ilegítimo. La buena fe de Vicente Ferrer se prueba con el hecho de que él hizo todo lo posible para solucionar el gran conflicto y restituir así la unidad a la Iglesia. Recorrió toda Europa, entusiasmando con su gran oratoria a las muchedumbres de fieles, atraídos también por un fenómeno especial: al predicador dominico -que sólo conocía el castellano, el latín y un poco de hebreo- le entendían todos los fieles de las diversas naciones a donde él iba, cada uno en su lengua, repitiéndose así el milagro de Pentecostés. 

Auténtico predicador del mensaje cristiano, San Vicente recuperaba todo el vigor juvenil aun en avanzada edad tan pronto subía al púlpito o en los palcos improvisados en las plazas, porque las iglesias no eran suficientes para las grandes muchedumbres; y esto a pesar de no conmover al auditorio con palabras de esperanza, sino que fustigaba las costumbres con tono amenazador. Lograda la unidad del pontificado con el concilio de Constanza y con la elección de Martín V, Vicente recorrió el norte de Francia tratando de poner fin a la guerra de los Cien años. Murió el 5 de abril de 1419, durante la misión en Vannes, y fue canonizado por su compatriota Calixto III en 1455.

ORACIÓN

¡Amantísimo Padre y Protector mío, 
San Vicente Ferrer! 
Alcánzame una fe viva y sincera 
para valorar debidamente las cosas divinas,
rectitud y pureza de costumbres 
como la que tú predicabas, 
y caridad ardiente para amar a Dios 
y al prójimo.

Himno: ¿QUÉ HAS VISTO?





Himno: ¿QUÉ HAS VISTO?

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa. Amén.

Santo Evangelio 5 de Abril de 2013



Autor: José Fernández de Mesa | Fuente: Catholic.net
Aparición de Jesús en el mar de Tiberíades
Juan 21, 1-14. Pascua. Pidamos a Jesús nos conceda el don de la oración, entonces el sufrimiento se convierte en gozo, y la duda en esperanza.


Del santo Evangelio según san Juan 21, 1-14

Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera. Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dice: «Voy a pescar». Le contestan ellos: «También nosotros vamos contigo». Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada. Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Díceles Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis pescado?» Le contestaron: «No». El les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor», se puso el vestido - pues estaba desnudo - y se lanzó al mar. Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos. Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan. Díceles Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis de pescar». Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: «Venid y comed». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», sabiendo que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez. Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.

Oración introductoria

Jesús mío, que mi oración en este primer viernes de Pascua me lleve a descubrirte en mis actividades ordinarias de este día, como lo hizo san Juan. Además, te suplico me des la fuerza para saber responder con prontitud, como lo hizo el apóstol Pedro, a tu llamado.

Petición

Dame el ímpetu y el liderazgo de Pedro, que supo reconocerte a pesar de su debilidad.

Meditación de SS Benedicto XVI

Solamente después de que el Señor les hubo mandado salir de nuevo a pescar, el discípulo tan amado lo reconoció: "Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: Es el Señor". Es, por decirlo así, un reconocer desde dentro que, sin embargo, queda siempre envuelto en el misterio. En efecto, después de la pesca, cuando Jesús los invita a comer, seguía habiendo una cierta sensación de algo extraño. "Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor". Lo sabían desde dentro, pero no por el aspecto de lo que veían y presenciaban. El modo de aparecer corresponde a esta dialéctica del reconocer y no reconocer. Jesús llega a través de las puertas cerradas, y de improviso se presenta en medio de ellos. Y, del mismo modo, desaparece de repente, como al final del encuentro en Emaús. Él es plenamente corpóreo. Y, sin embargo, no está sujeto a las leyes de la corporeidad, a las leyes del espacio y del tiempo. En esta sorprendente dialéctica entre identidad y alteridad, entre verdadera corporeidad y libertad de las ataduras del cuerpo, se manifiesta la esencia peculiar, misteriosa, de la nueva existencia del Resucitado. En efecto, ambas cosas son verdad: Él es el mismo -un hombre de carne y hueso- y es también e- Nuevo, el que ha entrado en un género de existencia distinto. (Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, segunda parte, p. 102).. 

Reflexión

Una novela del siglo XX cuenta el regreso a su patria de un soldado tras la segunda guerra mundial, después de que por trece años hubiese sido dado por desaparecido. Imaginemos la escena de un marido así que regresa a casa. Su mujer se encuentra lavando la vajilla después de comer. Los hijos, en el colegio. De repente suena el timbre y, ¿quién es?

El resto de la escena nos la cuenta el evangelio de hoy, pero con otro protagonista: Jesús. Los discípulos han pasado por unos días de dolor y angustia durante la Semana Santa. Tres días después conocen su gloria, pues Jesús se les aparece en el lugar donde estaban escondidos. Ocho días más tarde realiza la segunda aparición, para confirmar la fe del incrédulo Tomás.

Entonces el sufrimiento se convierte en gozo, y la duda en esperanza. Pero no durará mucho. Jesús no permanece largo tiempo con ellos.

Días después, los apóstoles vuelven a su trabajo ordinario: la pesca; y es entonces cuando se les aparece Jesús por tercera vez. Probablemente es ahora cuando empieza a instruir a los suyos en el ministerio que deben ejercer en el futuro. En este evangelio aprendemos a encontrar a Jesús en las cosas de cada día. Santa Teresa de Jesús decía: «Dios se encuentra entre los pucheros»; Jesús aquí se aparece entre los peces. En nuestra vida tenemos que buscar la presencia de Dios en cada momento, pues Él está presente en todo lo que hacemos. Si lo hacemos así, Él bendecirá cada una de las obras de nuestro trabajo, dándonos cada día una pesca milagrosa. Pidamos a Jesús que en esta Pascua nos conceda el don de la oración, y una presencia muy cercana de su gracia en nuestra vida.

Propósito

Hacer una oración especial por todos aquellos que han perdido la fe.

Diálogo con Cristo

Señor, tengo una enorme necesidad de encontrarme con tu amor redentor. Aumenta mi fe para saber reconocerte en la Eucaristía, en la oración, en las demás personas, en los incidentes de mi día a día. Mi testimonio es lo que más puede valer en la Nueva Evangelización, así que ayúdeme a ser coherente, que no me olvide que nada convence tanto como la caridad auténtica, hecha disponibilidad, servicio y entrega a los demás.


4 abr 2013

Dios nos sorprende siempre. Él es así




Dios nos sorprende siempre. Él es así

¿Estamos cansados, decepcionados, pensamos no lo podemos conseguir? No nos cerremos a la novedad que Dios quiere traer a nuestras vidas. 
Autor: SS Francisco | Fuente: Catholic.net


Queridos hermanos y hermanas

(...) Las mujeres habían seguido a Jesús. Lo habían escuchado, se habían sentido comprendidas en su dignidad, y lo habían acompañado hasta el final, en el Calvario y en el momento en que fue bajado de la cruz.

Podemos imaginar sus sentimientos cuando van a la tumba: una cierta tristeza, la pena porque Jesús les había dejado, había muerto, su historia había terminado. Ahora se volvía a la vida de antes. Pero en las mujeres permanecía el amor, y es el amor a Jesús lo que les impulsa a ir al sepulcro. 

Pero, a este punto, sucede algo totalmente inesperado, una vez más, que perturba sus corazones, trastorna sus programas y alterará su vida: ven corrida la piedra del sepulcro, se acercan, y no encuentran el cuerpo del Señor. Esto las deja perplejas, dudosas, llenas de preguntas: «¿Qué es lo que ocurre?», «¿qué sentido tiene todo esto?» (cf. Lc 24,4). 

¿Acaso no nos pasa así también a nosotros cuando ocurre algo verdaderamente nuevo respecto a lo de todos los días? Nos quedamos parados, no lo entendemos, no sabemos cómo afrontarlo. A menudo, la novedad nos da miedo, también la novedad que Dios nos trae, la novedad que Dios nos pide. 

(...)

Tenemos miedo de las sorpresas de Dios. Queridos hermanos y hermanas, en nuestra vida, tenemos miedo de las sorpresas de Dios. Él nos sorprende siempre. Dios es así.

Hermanos y hermanas, no nos cerremos a la novedad que Dios quiere traer a nuestras vidas. ¿Estamos acaso con frecuencia cansados, decepcionados, tristes; sentimos el peso de nuestros pecados, pensamos no lo podemos conseguir? No nos encerremos en nosotros mismos, no perdamos la confianza, nunca nos resignemos: no hay situaciones que Dios no pueda cambiar, no hay pecado que no pueda perdonar si nos abrimos a él.

(...) las mujeres, encuentran la tumba vacía, el cuerpo de Jesús no está allí, algo nuevo ha sucedido, pero todo esto todavía no queda nada claro: suscita interrogantes, causa perplejidad, pero sin ofrecer una respuesta. Y he aquí dos hombres con vestidos resplandecientes, que dicen: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado» (Lc 24,5-6). Lo que era un simple gesto, algo hecho ciertamente por amor - el ir al sepulcro -, ahora se transforma en acontecimiento, en un evento que cambia verdaderamente la vida. Ya nada es como antes, no sólo en la vida de aquellas mujeres, sino también en nuestra vida y en nuestra historia de la humanidad. Jesús no está muerto, ha resucitado, es el Viviente. No es simplemente que haya vuelto a vivir, sino que es la vida misma, porque es el Hijo de Dios, que es el que vive (cf. Nm 14,21-28; Dt 5,26, Jos 3,10). Jesús ya no es del pasado, sino que vive en el presente y está proyectado hacia el futuro, Jesús es el «hoy» eterno de Dios. 

Así, la novedad de Dios se presenta ante los ojos de las mujeres, de los discípulos, de todos nosotros: la victoria sobre el pecado, sobre el mal, sobre la muerte, sobre todo lo que oprime la vida, y le da un rostro menos humano. 

Y este es un mensaje para mí, para ti, querida hermana y querido hermano. Cuántas veces tenemos necesidad de que el Amor nos diga: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? Los problemas, las preocupaciones de la vida cotidiana tienden a que nos encerremos en nosotros mismos, en la tristeza, en la amargura..., y es ahí donde está la muerte. No busquemos ahí a Aquel que vive. 

Acepta entonces que Jesús Resucitado entre en tu vida, acógelo como amigo, con confianza: ¡Él es la vida! 
Si hasta ahora has estado lejos de él, da un pequeño paso: te acogerá con los brazos abiertos.
Si eres indiferente, acepta arriesgar: no quedarás decepcionado.
Si te parece difícil seguirlo, no tengas miedo, confía en él, ten la seguridad de que él está cerca de ti, está contigo, y te dará la paz que buscas y la fuerza para vivir como él quiere.

(...) Las mujeres se encuentran con la novedad de Dios: Jesús ha resucitado, es el Viviente. Pero ante la tumba vacía y los dos hombres con vestidos resplandecientes, su primera reacción es de temor: estaban «con las caras mirando al suelo» - observa san Lucas -, no tenían ni siquiera valor para mirar. Pero al escuchar el anuncio de la Resurrección, la reciben con fe. Y los dos hombres con vestidos resplandecientes introducen un verbo fundamental: Recordad. «Recordad cómo os habló estando todavía en Galilea... Y recordaron sus palabras» (Lc 24,6.8). 

Esto es la invitación a hacer memoria del encuentro con Jesús, de sus palabras, sus gestos, su vida; este recordar con amor la experiencia con el Maestro, es lo que hace que las mujeres superen todo temor y que lleven la proclamación de la Resurrección a los Apóstoles y a todos los otros (cf. Lc 24,9). Hacer memoria de lo que Dios ha hecho por mí, por nosotros, hacer memoria del camino recorrido; y esto abre el corazón de par en par a la esperanza para el futuro. Aprendamos a hacer memoria de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas.

(...) Pidamos al Señor:

que nos haga partícipes de su resurrección: nos abra a su novedad que trasforma, a las sorpresas de Dios, tan bellas;
que nos haga hombres y mujeres capaces de hacer memoria de lo que él hace en nuestra historia personal y la del mundo;
que nos haga capaces de sentirlo como el Viviente, vivo y actuando en medio de nosotros;
que nos enseñe cada día, queridos hermanos y hermanas, a no buscar entre los muertos a Aquel que vive.

Ave María


Dios te salve, María, llena de gracia, el Señor es contigo. Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.


Himno: ESPÍRITU DE DIOS, LA TIERRA LLENAS





Himno: ESPÍRITU DE DIOS, LA TIERRA LLENAS

Espíritu de Dios, la tierra llenas,
las mentes de los hombres las bañas en tu luz,
tú que eres Luz de Dios, divino fuego,
infunde en todo hombre la fuerza de la cruz.

Sé luz resplandeciente en las tinieblas
de quienes el pecado sumió en la obscuridad,
reúne en la asamblea de los hijos
los justos que te amaron, los muertos por la paz.

Acaba en plenitud al Cristo vivo,
confirma en el creyente la gracia y el perdón,
reúnelos a todos en la Iglesia,
testigos jubilosos de la resurrección. Amén.

Himno: OH REY PERPETUO DE LOS ELEGIDOS


Himno: OH REY PERPETUO DE LOS ELEGIDOS

Oh Rey perpetuo de los elegidos,
oh Creador que todo lo creaste,
oh Dios en quien el Hijo sempiterno
es desde antes del tiempo igual al Padre.

Oh tú que, sobre el mundo que nacía,
imprimiste en Adán tu eterna imagen,
confundiendo en su ser el noble espíritu
y el miserable lodo de la carne.

Oh tú que ayer naciste de la Virgen,
y hoy del fondo de la tumba naces;
oh tú que, resurgiendo de los muertos,
de entre los muertos resurgir nos haces.

Oh Jesucristo, libra de la muerte
a cuantos hoy reviven y renacen,
para que seas el perenne gozo
pascual de nuestras mentes inmortales.

Gloria al Padre celeste y gloria al Hijo,
que de la muerte resurgió triunfante,
y gloria con entrambos al divino Paracleto,
por siglos incesantes. Amén.

LECTURA BREVE Rm 8, 10-11



LECTURA BREVE Rm 8, 10-11

Si Cristo está en vosotros, aunque vuestro cuerpo haya muerto por causa del pecado, el espíritu tiene vida por la justificación. Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el mismo que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos vivificará también vuestros cuerpos mortales por obra de su Espíritu que habita en vosotros

Santo Evangelio 4 de Abril de 2013



Autor: Elí Ricardo Marín | Fuente: Catholic.net
Aparición de Jesús a los discípulos
Lucas 24, 35-48. Pascua. El fruto de reconocer a Jesús siempre es el mismo: la alegría.


Del santo Evangelio según san Lucas 24, 35-48


Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan. Estaban hablando de éstas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero él les dijo: «¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo». Y, diciendo esto, los mostró las manos y los pies. Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí algo de comer?» Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos. Después les dijo: «Estas son aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía estaba con vosotros: "Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí."» Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas.

Oración introductoria

Jesús, abre mi entendimiento. Conozco y escucho tu Palabra, pero quiero hacerla la norma de mi vida. Por esto te pido que guíes esta oración para que pueda llegar a ser un auténtico testigo de tu resurrección.

Petición

Cristo Resucitado, que esta meditación sea un encuentro transformador en el amor.

Meditación de SS Benedicto XVI

Encontramos en el evangelio de Lucas a Jesús resucitado que se presenta en medio de los discípulos, los cuales, incrédulos y atemorizados, pensaban que veían un espíritu. Romano Guardini escribe: "El Señor ha cambiado. No vive ya como antes. Su existencia... no es comprensible. Sin embargo, es corpórea, incluye... todo lo que vivió; el destino atravesado, su pasión y su muerte. Todo es real. Aunque sea cambiada, pero siempre una tangible realidad". Dado que la resurrección no borra los signos de la crucifixión, Jesús muestra sus manos y sus pies a los apóstoles. Y para convencerlos, les pide algo de comer. Así que los discípulos "le ofrecieron un trozo de pescado. Lo tomó y comió delante de ellos". San Gregorio Magno comenta que "el pescado asado al fuego no significa otra cosa que la pasión de Jesús, Mediador entre Dios y los hombres. De hecho, él se dignó esconderse en las aguas de la raza humana, aceptó ser atrapado por el lazo de nuestra muerte y fue como colocado en el fuego dado los dolores sufridos en el momento de la pasión" (Benedicto XVI, 22 de abril de 2012).

Reflexión

Cuando leo este evangelio me acuerdo mucho de una cosa que observé en una fiesta para niños. Cuando la niña festejada, de unos 4 años, iba a partir el pastel se fue corriendo y trajo a una amiguita suya para que estuviera a su lado.

Y es porque la alegría siempre se transmite. Conseguiste el trabajo que buscabas; tu hijo pasó el examen más difícil; se solucionó el problema que había en el trabajo; entonces te sientes feliz y quieres que todo el mundo se alegre contigo. Eso es lo que les pasó a los discípulos de Emaús. Han reconocido a Cristo resucitado y quieren que todo el mundo se alegre con ellos. Se han convertido en misioneros, en apóstoles del evangelio.

El fruto de reconocer a Jesús siempre es el mismo, la alegría. No por nada recordamos esa sonrisa de la madre Teresa de Calcuta que aprendió a reconocer a Jesús en el prójimo.

Propósito

Para encontrarme con Cristo, no dejar que «mis pendientes» me distraigan de mi propósito de dedicar hoy más tiempo a mi oración.

Diálogo con Cristo

Jesús, como los discípulos, a veces veo el cumplimiento de tu voluntad como algo desproporcionado a mis fuerzas. Mis ilusiones, influenciadas por mi egoísmo y mi soberbia, no me dejan descubrir lo que realmente debo hacer, si quiero ser fiel y corresponder a tu amor. Por eso, pido la intercesión de María, tu santísima Madre, para que como ella, nunca dude de tu Providencia divina y deje que sea tu gracia la que actúe.

3 abr 2013

El diario de María.


Feliz Pascua de Resurrección




Feliz Pascua de Resurrección

¿Cómo quiere Jesús de Nazaret, que yo resucite en mi interior, para que no se sienta triste y dude de no habernos dejado un mundo nuevo?
Autor: José Guillermo García Olivas | Fuente: Catholic.net

Como todos los años, después de pasar la Semana Santa, en mi ciudad natal, y antes de mi regreso a Madrid, suelo acercarme a felicitar la Pascua de Resurrección, a un viejo amigo de la infancia, Modesto, que un buen día decidió dedicar su vida a servir a Dios, ayudando a cuantos acudieran a él, en el enclave de un Monasterio, situado en la sierra. 
Después de asistir a la Santa Misa, celebrada en la capilla del Monasterio, asistimos a la procesión dedicada a conmemorar el encuentro glorioso de Jesús triunfante con su Madre.

El tiempo, amenazaba lluvia y las nubes ocultaban el sol radiante, de otros años. Quizás por ello, y así se lo comentaba a Modesto, mi ánimo, influido tal vez por los elementos meteorológicos, no me permitía vivir con la suficiente intensidad, el acto que estábamos presenciando.

El estruendo de la banda de cornetas y tambores de otros años, en éste, no parecía encontrar sus notas máximas. Las blancas palomas, que la Junta de cofradías soltaba, para realzar el momento cumbre del Encuentro, me parecía que no alcanzaban el vuelo a la altura de otros tiempos. Y es más, en el interior de mi corazón, sentía la expresión de un Cristo Resucitado, gozoso, en el instante de saludar a su Madre, pero al mismo tiempo, triste y afligido, pensando que después de superar la amargura sufrida en el Huerto de Getsemaní: "Triste está mi alma (Mc.14-34)" y su muerte en la Cruz, al contemplar los tristes acontecimientos que en el mundo estaban sucediendo, le parecería humanamente inútil, su Pasión, Muerte y Resurrección.

Me pareció, que contemplaba un mundo sin conciencia y sin amor, donde imperaba la violencia, el crimen y la destrucción. Un mundo envuelto en atentados con miles de víctimas y guerras fraticidas, algunas, catalogadas incluso, como"guerras santas". Hombres y mujeres que se matan sin piedad, aniquilando a niños inocentes, en formas realmente monstruosas. 

Por todo ello, comento con Modesto, yo creo, que si éste mismo Jesús, el hijo de un carpintero y de una inolvidable María, volviera a la tierra, no se reconocería en esa Iglesia actual, ciertamente poderosa, sino en la Iglesia resucitada, renovada, con nuevas energías, que atestigüe con vehemencia que el Señor ha resucitado, para salvación de todos los pecadores. Sin embargo, sí, que se sentiría más cómodo, en otros lugares del mundo, donde misioneros, miembros de distintas organizaciones internacionales y tantas otras personas, que dedican su vida y su alma, para ayudar a los "desheredados" del mundo y a predicar el Evangelio de Jesús, con su mensaje de amor infinito a todos los hombres y mujeres, tanto de su época, como a los que vinieran después hasta el fin de los tiempos.

Modesto, callado y reflexivo, una vez terminada la procesión y de regreso hacía el Monasterio, intenta poner un poco de orden, en mi atribulada conciencia. Es posible, comenta mi viejo amigo, que si Jesús volviera a la tierra, enviado de nuevo por el Padre, lo volveríamos a llevar al Gólgota, por relacionarse con los pobres, los marginados y los oprimidos, y educarles para hacer de ellos hombres libres y responsables, apartándoles de las ataduras que los hombres arrastramos.

Pero no olvides, continúa Modesto, que Jesús resucita, para salvarnos del pecado y para que nos convirtamos, pero no solamente para renunciar a los pecados, sino para descubrir el amor del Padre, que nos salva por medio de su Hijo, y nos perdona. 

Hasta podría pensarse, como decía el Cardenal Newman, con una fé que difícilmente tendría un cristiano de hoy, que Jesús temblara, temiera y le pidiera al Padre en su agonía, que le alejara de aquél cáliz, de no ser estrictamente imprescindible beberlo. 

Pero recuerda, concluye Modesto, antes de nuestra despedida, que la Resurrección de Jesús, es una llamada a la renovación, para intentar ser cada uno como debemos de ser. Jesús resucitó y también nosotros hemos de resucitar, al amor, al perdón, a la tolerancia, a la comprensión, a la solidaridad, y desterrar la mentira, la hipocresía y la calumnia.

Y finalmente, preguntarnos ¿Cómo quiere Jesús de Nazaret, que yo resucite en mi interior, para que no se sienta triste y dude de no habernos dejado un mundo nuevo?

LECTURA BREVE Rm 6, 8-11




LECTURA BREVE Rm 6, 8-11

Si verdaderamente hemos muerto con Cristo, tenemos fe de que también viviremos con él, pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte no tiene ya poder sobre él. Su muerte fue un morir al pecado de una vez para siempre, mas su vida es un vivir para Dios. Así también, considerad vosotros que estáis muertos al pecado, pero que vivís para Dios en unión con Cristo Jesús.

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Santo Evangelio 3 de Abril de 2013




Autor: Elí Ricardo Marín | Fuente: Catholic.net
Los discípulos de Emaús
Lucas 24, 13-35. Pascua. Jesús nos acompaña durante todo el camino de nuestra vida.


Del santo Evangelio según san Lucas 24, 13-35 


Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran. Él les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?» Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?» Él les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron». Él les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?» Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras. Al acercarse al pueblo a donde iban, Él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado». Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado. Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan. 

Oración introductoria

Gracias, Señor, por buscarme, por no dejarme solo en el camino. Me conoces y sabes que soy presa fácil del desánimo y del abatimiento y me cuesta mucho reconocerte en mi oración. Ilumina mi mente y mi corazón para que sepa descubrirte y experimente esa cercanía que me llena de paz y amor.

Petición

Cristo resucitado, enciende el calor de mi fe y esperanza de tal manera, que en esta Pascua de resurrección, la vivencia de la caridad sea el distintivo de mi vida.

Meditación de SS Benedicto XVI

«Los discípulos superaron la duda inicial y se abrieron al don de la fe; y es esta fe lo que les permite entender las cosas escritas sobre Cristo "en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos". Leemos, por cierto, que Jesús "abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras y les dijo: "Así está escrito: que el Cristo debía padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día y que se predicaría en su nombre la conversión para perdón de los pecados... Ustedes son testigos". El Salvador nos asegura su presencia real entre nosotros a través de la Palabra y la Eucaristía. Tal como los discípulos de Emaús, que reconocieron a Jesús al partir el pan, así también nosotros encontramos al Señor en la celebración eucarística. Explica, en este sentido, santo Tomás de Aquino que "es necesario reconocer de acuerdo a la fe católica, que Cristo todo está presente en este sacramento... por qué jamás la divinidad ha abandonado el cuerpo que ha asumido"

Reflexión

En el evangelio de ayer María Magdalena va a buscar al Señor y Cristo le sale al encuentro. En cambio en este evangelio nos encontramos con los típicos seguidores de los días de gloria que huyen el día del castigo.

Cierto que los discípulos de Emaús tienen el mérito de no haber traicionado a Jesús. Habían esperado que él sería el Salvador. Lo que no han tenido en cuenta es que Cristo persevera hasta el final, es capaz de esperar hasta el último momento y salir al encuentro como un buen amigo que tiende la mano.

Sin embargo, Jesús no quiere limitar nuestra libertad y nos deja libres de aceptar la mano que nos ofrece. Nos acompaña durante todo el camino; pero, si no le pedimos que se quede con nosotros, no lo reconoceremos cuando parta el pan.

Propósito

Hacer una visita a Cristo Eucaristía para reflexionar sobre la Divina Providencia, a fin de que nunca me decepcione o dude de su Palabra.

Diálogo con Cristo

Señor, concédeme que mi corazón arda y esté encendido, como lo estaba el de los discípulos de Emaús tras encontrarse contigo. No permitas que nada, ni nadie, me robe la gracia de tu presencia, que es el gran tesoro de mi vida.

2 abr 2013

Salmo 120 - EL GUARDIÁN DEL PUEBLO.




Salmo 120 - EL GUARDIÁN DEL PUEBLO.

Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.

El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Oración de alabanza



Oración de alabanza
 

¡Mas tú eres el Santo, que moras en las alabanzas de Israel! (Salmo 22,4).

La oración de alabanza es una oración excelsa. Es, por sí misma, la oración más sanadora que existe. Diríamos que es la más simplemente sanadora.

La oración de alabanza es una oración de olvido. Y el olvido cura. Porque una persona llegada, atenaceada por sus preocupaciones e ideas fijas, angustiada, tiene el primer descanso, la primera sensación de que no está irremediablemente mal, perdida, al poder realizar la eficaz experiencia de olvidarse de sí por un momento. Y la alabanza nos lleva al olvido.

La alabanza, hecha con tenacidad, con la atención puesta íntegramente en Dios, nos obliga a tirar por la borda todas nuestras atenciones, nuestros intereses, nuestras preocupaciones.

Muchas veces nos pasa que tenemos una gran pena, un gran dolor. Y empezamos a alabar al Señor. Pese a todo. Si procedemos con insistencia, llegará un momento en que nos quebraremos por dentro, nos partiremos en dos tal vez, pero nos someteremos al Señor. El Cielo es de los violentos.

Entregaremos al Señor nuestra preocupación; nos abandonaremos a Él. Quedaremos indefensos ante Él; en el olvido de todas nuestras cosas. Y el Señor nos protegerá. La alabanza nos protegerá por sí misma.

A mí, sin ir a otro, muchas veces me ha prestado este servicio la oración de alabanza, en alto grado. He llegado al grupo de oración muy dolorido. Pero en lugar de arrinconarme a pensar qué debía hacer con ese dolor, aún sin perder tiempo en tratar de ver cómo lo iba a disolver o entregar a Dios, rápidamente he levantado los brazos al cielo, he levantado la voz quebrada. Y el Señor ha venido en mi amparo.

No hay problema que pueda contender con la alabanza. Sólo que a veces no alabamos con desprendimiento, con olvido, porque estamos demasiado pendientes de nosotros mismos.

Esta oración habitual rompe el egocentrismo.

Hasta la oración imprecatoria puede no ser suficiente para romper el egocentrismo. Porque siempre gira alrededor de nosotros mismos. Somos, a pesar de todo, el centro.

La oración de alabanza, por el contrario, gira alrededor de Dios. Él es el centro, no nosotros. Él es el sol. Apenas si nosotros somos un ignoto satélite, un asteroide, alrededor del sol.

Por eso, para percibirla bien, es necesario que la oración de alabanza no sea ocasional, sino habitual.

Se hará en nosotros como una segunda naturaleza. Y así nos iremos, insensiblemente, sin complicados esfuerzos, desprendiendo del egocentrismo, causante de tantas y tantas enfermedades interiores.

No hay cosa más cansadora, más agotadora, más aburridora, que estar pendientes de nosotros mismos. Nuestra alma queda anémica, enferma, de ello. Pues bien, es la oración de alabanza un método eficacísimo de sanación contra estos males del egocentrismo.

Además, si giramos alrededor del sol, no seremos insensibles a la energía, al poder del sol. El sol nos hace cálidos y luminosos como él.

Cuando tenemos un amigo que es una personalidad grande, nos gusta estar con él, porque vemos que poco a poco nosotros nos estamos haciendo grandes como él, estamos compartiendo su grandeza.

La amistad, el amor, la unidad, hacen semejantes a las personas.

Pues bien: poniéndonos frente a la inmensidad de Dios, Dios nos va haciendo inmensos como Él. Luego ya no nos conformamos con pequeñeces, con mediocridades, con miserias. Aspiramos a lo grande, queremos lo grande, somos un poco grandes.

Así se disuelven también nimiedades propias que gestan enfermedades: pequeños celos, pequeñas envidias, pequeñas ambiciones, pequeñas vanidades.

La oración de alabanza nos pone adentro de la divinidad, nos entra en Ella. Nos coloca al calor del sol de Dios.

Se dice que donde entra el sol no entra el médico. Pues bien: donde entra el Sol, donde entra Dios, por la ventana y la puerta abiertas de la alabanza, tampoco entran enfermedades del alma.

Alabemos a Dios por todo.

Lleguemos a alabarlo por eso que duele, también. Cuqui, mi mujer, emplea con toda audacia este método con innumerables personas atribuladas que acuden buscando ayuda. No solamente admiro su audacia. Admiro los resultados.

Adaptado de: Jesús Sana por Dentro.
Por: Osvaldo Cuadro Moreno.

¡Resucitó! La primera lección



¡Resucitó! La primera lección

¿Cristo ha resucitado? Entonces, nosotros también resucitaremos, porque estamos unidos a Él en un mismo cuerpo, como los miembros con la cabeza. 
Autor: Pedro García, misionero claretiano | Fuente: Catholic.net

Cuando estudiamos el Catecismo, ¿por qué lección empezamos? Seguramente, que no comenzamos nunca por la primera de todas, sino que llegamos a ella después de muchos días. Lo cual es un error, desde luego. ¿Cuál es la lección primera? Sin discurrir un momento, digamos que es la Resurrección de Jesús. Eso que decimos en el Credo: y al tercer día resucitó de entre los muertos es lo primero de todo. 

El Catecismo de la Iglesia Católica nos lo recuerda hoy al afirmar que la resurrección constituye la confirmación de todo lo que Jesucristo hizo y enseñó. Con estas palabras no hace sino repetirnos lo del apóstol San Pablo: 
- Si Cristo no resucitó, es vana nuestra predicación, es inútil vuestra fe.

Una vez más que volvemos sobre este misterio, fundamento de todo lo que creemos y esperamos y amamos, porque no vamos a amar a un muerto que nos habría engañado.

Si se cree en la Resurrección, hay que admitir todo el Evangelio y hay que darse a Jesucristo. 

Si no se cree en la Resurrección es inútil insistir en ninguna otra verdad. 

Los cristianos de la Iglesia Oriental de Europa, sobre todo en Rusia, celebran la Resurrección de una manera espléndida. Durante todo el sábado, el día se pasa triste, muy triste. En el templo aparece sólo el sepulcro sellado, con Jesucristo muerto dentro de la roca. Pero al anochecer, las calles empiezan a iluminarse con el esplendor de antorchas y más antorchas que se dirigen hacia la iglesia. Al llegar la nutrida procesión, se abre la puerta y aparece el sacerdote vestido de blanco, con un manto flotante, lujoso, lleno de gracia y majestad. En su mano, el crucifijo que levanta en alto, mientras canta jubiloso por tres veces: 
-¡Cristo ha resucitado! ¡Cristo a resucitado! ¡Cristo ha resucitado!... 

La multitud responde con gritos a cada proclama: 
-¡En verdad que ha resucitado! ¡En verdad que ha resucitado! ¡En verdad que ha resucitado!...
Entran todos en el templo, espléndidamente iluminado, como quien entra en la gloria. Y llega un momento en que el coro invita a todos cantando: 
- Abracémonos unos a otros, llamémonos hermanos, perdonemos a los que nos odian y cantemos todos juntos: ¡Cristo ha resucitado de entre los muertos!

En este momento estalla el júbilo incontenible. Todos se besan y abrazan, ricos y pobres, grandes y pequeños. El que da el beso saluda: 
- ¡Cristo ha resucitado! 
Y responde el que lo recibe: 
- ¡Sí, Cristo ha resucitado! 

No acaba aquí este grito de triunfo. Durante los días pascuales seguirá en la vida como normal este saludo, al encontrarse dos personas 
- ¡Cristo ha resucitado! 
- ¡Sí, Cristo ha resucitado!

Así se celebraba la Resurrección en Rusia, y Dios quiera que se haya renovado para no suprimirse ya nunca. Bella la función. Pero, sobre todo, profunda en su significado, porque resume todo lo que es nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor. 

Sin el amor a Jesucristo no se explica este gozo. 
Sin esperanza de tener esta misma gloria del Señor, tampoco se comprende esta alegría. 
Sin fe en todo lo que creemos, resulta ininteligible tal celebración.

La celebración pascual se convierte entonces en una vivencia extraordinaria de esas tres virtudes --la fe, la esperanza, la caridad-- que impulsan y activan todo el organismo sobrenatural de la vida cristiana.

Nosotros, siguiendo el Catecismo de la Iglesia Católica, sacamos todas las consecuencias. Nuestra vida entera es un vivir según Jesucristo Resucitado. Esto, cada día, siempre. El domingo, en especial, renovamos con la Eucaristía la celebración pascual. Porque sentimos, experimentamos y vivimos todo el misterio de nuestra fe. Esto es de cada día, y no hace falta estar en tiempo pascual para recordarlo y vivirlo.

¿Cristo resucitó, venciendo la muerte y todas las fuerzas de la naturaleza? Entonces, Jesucristo está sobre todo lo creado. Jesucristo es Dios. 
¿Cristo resucitó, cumpliendo su palabra? Entonces, le creemos a pie juntillas. Era lo que Él decía. Era el Salvador. 
¿Cristo resucitó? Entonces, hemos quedado santificados y salvados, porque ha podido mandarnos desde el seno de Dios el Espíritu Santo. 

¿Cristo ha resucitado? Entonces, somos con Él hijos de Dios, porque nos ha metido en su misma vida. 
¿Cristo ha resucitado? Entonces, nosotros también resucitaremos, porque estamos unidos a Él en un mismo cuerpo, como los miembros con la cabeza.
¿Cristo ha resucitado? Entonces, nuestra vida está escondida con Cristo en Dios, y llevamos ya en la tierra la vida del Cielo. 

¿Seguimos con las preguntas? Haríamos una lista interminable. Pero, vamos a la última, que es muy sencilla de hacer, y ojalá sepamos responderla todos: -¿Sabemos bien la primera lección del Catecismo?....



Santo Evangelio 2 de Abril de 2013





Autor: Xavier Caballero | Fuente: CAtholic.net
La aparición a María Magdalena
Juan 20, 11-18. Pascua. Vayamos y contemos a nuestros hermanos, como ella, lo que hemos visto y oído.


Del santo Evangelio según san Juan 20, 11-18

Estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto». Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré». Jesús le dice: «María». Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní» - que quiere decir: «Maestro» -. Dícele Jesús: «No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios». Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.

Oración introductoria

Señor, cuánta ofuscación, cuántos miedos, cuántas tentaciones me alejan fácilmente de mi camino a la santidad. Me cuesta rezar, me cuesta guardar silencio, me cuesta no percibir, no sentir que me estés escuchando… Pero creo y confío en que, a pesar de mi debilidad, Tú siempre estés a mi lado. ¡Ven e ilumina mi oración!

Petición

Señor, permite reconocerte en tu Palabra y en esta meditación, así como le sucedió a María Magdalena.

Meditación de SS Benedicto XVI

Santa María Magdalena, discípula del Señor, en los evangelios ocupa un lugar destacado. San Lucas la incluye entre las mujeres que siguieron a Jesús después de haber sido "curadas de espíritus malignos y enfermedades", precisando que de ella "habían salido siete demonios". Magdalena está presente al pie de la cruz, junto con la Madre de Jesús y otras mujeres. Ella fue quien descubrió, la mañana del primer día después del sábado, el sepulcro vacío, junto al cual permaneció llorando hasta que se le apareció Jesús resucitado. La historia de María Magdalena recuerda a todos una verdad fundamental: discípulo de Cristo es quien, en la experiencia de la debilidad humana, ha tenido la humildad de pedirle ayuda, ha sido curado por él y lo ha seguido de cerca, convirtiéndose en testigo del poder de su amor misericordioso, más fuerte que el pecado y la muerte. (Benedicto XVI, 23 de julio de 2006). 

Reflexión:

El amor auténtico pide eternidad. Amar a otra persona es decirle «tú no morirás nunca» – como decía Gabriel Marcel. De ahí el temor a perder el ser amado. María Magdalena no podía creer en la muerte del Maestro. Invadida por una profunda pena se acerca al sepulcro. Ante la pregunta de los dos ángeles, no es capaz de admirarse. Sí, la muerte es dramática. Nos toca fuertemente. Sin Jesús Resucitado, carecería de sentido. «Mujer: ¿Por qué lloras? ¿A quién buscas?» Cuántas veces, Cristo se nos pone delante y nos repite las mismas preguntas. María no entendió. No era capaz de reconocerlo.

Así son nuestros momentos de lucha, de oscuridad y de dificultad. «¡María!» Es entonces cuando, al oír su nombre, se le abren los ojos y descubre al maestro: «Rabboni».. Nos hemos acostumbrado a pensar que la resurrección es sólo una cosa que nos espera al otro lado de la muerte. Y nadie piensa que la resurrección es también, entrar «más» en la vida. Que la resurrección es algo que Dios da a todo el que la pide, siempre que, después de pedirla, sigan luchando por resucitar cada día. «La Iglesia ofrece a los hombres el Evangelio, documento profético, que responde a las exigencias y aspiraciones del corazón humano y que es siempre “Buena Nueva”.

La Iglesia no puede dejar de proclamar que Jesús vino a revelar el rostro de Dios y alcanzar, mediante la cruz y la resurrección, la salvación para todos los hombres». (Redemptoris Missio, n. 11) En las situaciones límites se aprende a estimar las realidades sencillas que hacen posible la vida. Todo adquiere entonces sumo valor y adquiere sentimientos de gratitud. «He visto al Señor» - exclamó María. Esta debe ser nuestra actitud. Gratitud por haber visto al Señor, porque nos ha manifestado su amor y, como a María, nos ha llamado por nuestro nombre para anunciar la alegría de su Resurrección a todos los hombres. Que la gracia de estos días sacros que hemos vivido sea tal, que no podamos contener esa necesidad imperiosa de proclamarla, de compartirla con los demás. Vayamos y contemos a nuestros hermanos, como María Magdalena, lo que hemos visto y oído. Esto es lo que significa ser cristianos, ser enviados, ser apóstoles de verdad.

Propósito

Ante las dificultades y frustraciones de este día, ejercitar mi fe y mi confianza en Cristo.

Diálogo con Cristo

Jesús, el conocer el amor que María Magdalena experimentó, me llena de consuelo. Ella te amó y fue fiel en el Calvario. Se mantuvo firme en su misión de propagar con energía y convicción el anuncio de tu resurrección. Y fue capaz de amar así porque se sintió amada, acogida, protegida por Ti, que ves más allá de la debilidad. Gracias, Señor, por tu amor, sé que me amas de la misma forma y espero corresponder a tan inmenso amor, ¡ayúdame a crecer en el amor!

1 abr 2013

Bella Imágen de nuestro Papa Francisco


¡Te Adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo!


LECTURA BREVE Col 2, 9-10a.12



LECTURA BREVE Col 2, 9-10a.12

En Cristo, en su cuerpo glorificado, habita toda la plenitud de la deidad; e, incorporados a él, alcanzáis también vosotros esa plenitud en él. con Cristo fuisteis sepultados en el bautismo, y con él resucitasteis mediante la fe en el poder de Dios, que lo resucitó de entre los muertos.

La Pascua es lo más grande de nuestra fe.





La Pascua es lo más grande de nuestra fe.

¿Podemos decir que nuestra Pascua ha sido "hacia adentro", que hemos sentido que el Señor ha dejado alguna huella de su paso por nuestra vida? 
Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net

Estamos en la Pascua, la Pascua Florida. Llegó con el Domingo de Resurrección.

Los vacacionistas regresaron..... otros lamentablemente no volverán. Salieron felices y animosos pero ya no hubo regreso. Los recordamos y pedimos por ellos.

La Pascua es el Misterio más grande de nuestra fe. Cristo ha resucitado y la Muerte quedó vencida porque su Resurrección la mató. San Agustín nos dice: - "Mediante su Pasión, Cristo pasó de la muerte a la vida. La Pascua es el paso del Señor"

Ya dejamos atrás los días de Pasión y muerte. Seguiremos venerando la cruz que fue el medio que nos hizo cruzar a la otra orilla de luz y de vida eterna. Sin cruz.... no se llega. No se alcanza la resurrección. ¡Cristo resucitó y su tumba quedó vacía!

Volvemos a los días de trabajo, a la rutina... ¿qué ha dejado este paso de Dios en nuestras almas? ¿Podemos decir que nuestra Pascua ha sido "hacia adentro", que hemos sentido que el Señor ha pasado y ha dejado alguna huella de su resurrección en nuestra vida?

Jesús realiza la Pascua. Jesús pasa al Padre. ¿Es solo El quien pasa de este mundo al Padre? ¿Y nosotros ?...

Dios es Omnipotente y puede hacerlo Todo, pero... "no puede" obligarnos a tener un corazón arrepentido. Nos deja en libertad para amarlo o para ofenderlo, para querer estar unidos a El o para olvidarlo y esa libertad es tan traicionera que nos puede DAR o QUITAR el derecho a nuestra propia y gloriosa resurrección. Porque resucitar eso si, lo haremos todos. Ya que así lo decimos y creemos en nuestro Credo - creo en la resurrección de los muertos. 

Lo que hemos vivido estos días no puede pasar sin dejarnos algo, sin dejarnos una huella en el alma, ahora que proseguimos el camino de nuestro quehacer de siempre. 

Cristo resucitó y los apóstoles, uno a uno, dieron su vida por esta VERDAD que deslumbra. 
Pedro comió y bebió con Jesús después de su Resurrección, Tomás metió sus dedos en las llagas del Cristo resucitado y Pablo nos recuerda que si hemos resucitado con Cristo por el Bautismo, debemos de vivir la nueva vida en espera de su regreso y tenemos el compromiso de llevar por el mundo la palabra de Dios.





Preguntas o comentarios al autor
Ma. Esther de Ariño 


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El Viernes Santo, empezó la Novena a la Divina Misericordia. cuya fiesta se celebra el domingo siguiente a la Resurrección.

Segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia 

"En nuestros tiempos, muchos son los fieles cristianos de todo el mundo que desean exaltar esa misericordia divina en el culto sagrado y de manera especial en la celebración del misterio pascual, en el que resplandece de manera sublime la bondad de Dios para con todos los hombres.

Acogiendo pues tales deseos, el Sumo Pontífice Juan Pablo II se ha dignado disponer que en el Misal Romano, tras el título del Segundo Domingo de Pascua, se añada la denominación "o de la Divina Misericordia" ..... " (Fragmento del Decreto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, de 5 de mayo de 2000. 

Lectura Breve. Rm 10, 8b-10




LECTURA BREVE Rm 10, 8b-10

«Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón», es decir, el mensaje de la fe que nosotros predicamos. Porque, si proclamas con tu boca a Jesús como Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón creemos para obtener la justificación y con la boca hacemos profesión de nuestra fe para alcanzar la salvación.

Himno: LA BELLA FLOR QUE EN EL SUELO





Himno: LA BELLA FLOR QUE EN EL SUELO

La bella flor que en el suelo
plantada se vio marchita
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.

De tierra estuvo cubierta,
pero no fructificó
del todo, hasta que quedó
en un árbol seco injerta.
Y, aunque a los ojos del suelo
se puso después marchita,
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.

Toda es de flores la fiesta,
flores de finos olores,
mas no se irá todo en flores,
porque flor de fruto es ésta.
Y, mientras su Iglesia grita
mendigando algún consuelo,
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.

Que nadie se sienta muerto
cuando resucita Dios,
que, si el barco llega al puerto,
llegamos junto con vos.
Hoy la Cristiandad se quita
sus vestiduras de duelo.
Ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo. Amén.

Santo Evangelio 1 de Abril de 2013





Autor: H Juan Pablo Cortés | Fuente: Catholic.net
La alegría de la Resurrección
Mateo 28, 8-15. Lunes de Pascua. El cristiano tiene a Dios y con Él es feliz y todo lo puede.


Del santo Evangelio según san Mateo 28,8-15

Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos. De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: «Alégrense». Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: «No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán». Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido. Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero, con esta consigna: «Digan así: «Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos». Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo». Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy.

Oración Introductoria

Padre, pongo en tus manos mi oración y mis súplicas, pues tengo la seguridad de que me escuchas. Sabes que soy frágil, pero me acojo a tu infinita misericordia. Dios mío, yo creo, te adoro, espero y te amo.

Petición

María, alcánzame de Jesús el don de la oración y de la alegría de ser cristiano.

Meditación del Papa

Así pues, para nuestra fe y para nuestro testimonio cristiano es fundamental proclamar la resurrección de Jesús de Nazaret como acontecimiento real, histórico, atestiguado por muchos y autorizados testigos. Lo afirmamos con fuerza porque, también en nuestro tiempo, no falta quien trata de negar su historicidad reduciendo el relato evangélico a un mito, a una "visión" de los Apóstoles, retomando o presentando antiguas teorías, ya desgastadas, como nuevas y científicas.

Ciertamente, la resurrección no fue para Jesús un simple retorno a la vida anterior, pues en ese caso se trataría de algo del pasado: hace dos mil años uno resucitó, volvió a su vida anterior, como por ejemplo Lázaro. La Resurrección se sitúa en otra dimensión: es el paso a una dimensión de vida profundamente nueva, que nos toca también a nosotros, que afecta a toda la familia humana, a la historia y al universo.

Este acontecimiento, que introdujo una nueva dimensión de vida, una apertura de nuestro mundo hacia la vida eterna, cambió la existencia de los testigos oculares, como lo demuestran los relatos evangélicos y los demás escritos del Nuevo Testamento. (Benedicto XVI, audiencia, 15 de abril de 2009).

Reflexión 

Todos los cristianos somos portadores del amor de Cristo. Tenemos a Dios y debemos llevarlo a los demás con nuestro ejemplo, con el cumplimiento de nuestras obligaciones, con nuestra alegría, con nuestra caridad y entrega al prójimo. Jesús nos invita a ser apóstoles alegres y sin temor alguno, pues le tenemos a Él como nuestro amigo y nuestra fuerza. «Todo lo puedo en aquel que me conforta». El cristiano tiene a Dios y con Él es feliz y todo lo puede.

Propósito

Viviré mi jornada con un especial espíritu de agradecimiento a Dios por sus innumerables benenficios.

Diálogo con Cristo

Gracias Señor por estar conmigo el día de hoy y darme lo que más necesito. Te pido perdón por las veces que te he fallado. Concédeme ser cada día mejor cristiano, que realmente te conozca y te transmita a los demás. Quiero pedirte por mis hermanos en la fe que son perseguidos por creer en Ti y amarte, para que Tú les fortalezcas, perdones a sus perseguidores y seas más conocido y amado en todo el mundo.


La oración para mí, es un impulso del corazón, es una simple mirada lanzada al cielo, es un grito de agradecimiento y de amor, en medio de la prueba, como en medio de la alegría. Santa Teresa de Lissieux.